"Sólo a través de la educación se puede alcanzar la perfección humana…"
Sin duda, la historia nos ha dado cuenta del lugar preponderante que tiene la estructura económica dentro de las grandes rebeliones sociales que han acontecido, ya que cuando ésta no es lo suficientemente sólida como para soportar la demandas y necesidades de las masa populares, simplemente se hace necesario un cambio, pero en esta tónica, lo que más que nunca adquiere relevancia para todos nosotros, es la utilización que los seres humanos le han dado a la educación, visualizándola como el único medio posible para extender y hacer efectiva dicha modificación. Como el propio Marx llegó a afirmar, ´la educación es un instrumento de dominación de las clases dominantes en una sociedad´
De esta forma, para nadie debe de resultar extraño que durante el proceso de la revolución francesa, existieron intelectuales que lucharon por cambiar y lograr la emancipación del sistema educativo (que en esos momentos se encontraba desfavorecido y careciente de principios básicos), para poder consolidar la transición económica, política y social por la que lucharon. Por otro lado, es interesante saber que los logros y atribuciones que hoy conocemos del sistema educativo mexicano tuvieron sus albores desde años remotos y sobre todo, fuera de nuestro país, pero que aún así, han tenido mucha influencia sobre éste y se constituyen como sus antecedentes. La libertad, la justicia, la igualdad, y los adjetivos que constitucionalmente hoy le conocemos a la educación, como pública, obligatoria, laica y gratuita, fueron reconocidos como necesarios para lograr que la educación llegara a todos los niños y niñas sin distinciones de cualquier tipo.
Estas reformas que surgieron en la época de la rebelión francesa, no sólo consistieron en el mejoramiento de la cobertura educativa, es decir, que a pesar de que se luchó para que cuantitativamente, el acceso a ésta fuera mucho mejor, no fue descartado el aspecto cualitativo: lo que todavía se maneja como la necesaria formación del alumno en tres rubros fundamentales que son los ya muy conocidos por todos: conocimientos, habilidades y actitudes. Pues bien, hoy podemos decir que la mayoría de cuanto conocemos acerca de la educación, así como los principios que rigen y los pilares fundamentales sobre los cuales se sustenta la estructuración de los planes y programas de estudio que la han regido en nuestro país, no son conceptos modernos o novedosos, mucho menos pensados de “la noche a la mañana” y acabados, sino que han sido analizados, así como enarbolados desde tiempo atrás y son retomados para ser aplicados (insisto), según los intereses y el tipo de sociedad que se pretende lograr; ante esto último, me resta decir que de manera paradójica, Condorcet fungió como defensor de una política educativa que nunca llegara a convertirse en un arma de utilidad para pequeños grupos particulares, mucho menos para la clase burguesa, en una sociedad capitalista como en la que estamos inmersos cada vez más y con menos defensa, a pesar de que como maestros, muchos tienen la posibilidad de contraatacar el asalto del modernísimo neoliberalismo… hagámoslo nosotros en la aulas.
De esta forma, para nadie debe de resultar extraño que durante el proceso de la revolución francesa, existieron intelectuales que lucharon por cambiar y lograr la emancipación del sistema educativo (que en esos momentos se encontraba desfavorecido y careciente de principios básicos), para poder consolidar la transición económica, política y social por la que lucharon. Por otro lado, es interesante saber que los logros y atribuciones que hoy conocemos del sistema educativo mexicano tuvieron sus albores desde años remotos y sobre todo, fuera de nuestro país, pero que aún así, han tenido mucha influencia sobre éste y se constituyen como sus antecedentes. La libertad, la justicia, la igualdad, y los adjetivos que constitucionalmente hoy le conocemos a la educación, como pública, obligatoria, laica y gratuita, fueron reconocidos como necesarios para lograr que la educación llegara a todos los niños y niñas sin distinciones de cualquier tipo.
Estas reformas que surgieron en la época de la rebelión francesa, no sólo consistieron en el mejoramiento de la cobertura educativa, es decir, que a pesar de que se luchó para que cuantitativamente, el acceso a ésta fuera mucho mejor, no fue descartado el aspecto cualitativo: lo que todavía se maneja como la necesaria formación del alumno en tres rubros fundamentales que son los ya muy conocidos por todos: conocimientos, habilidades y actitudes. Pues bien, hoy podemos decir que la mayoría de cuanto conocemos acerca de la educación, así como los principios que rigen y los pilares fundamentales sobre los cuales se sustenta la estructuración de los planes y programas de estudio que la han regido en nuestro país, no son conceptos modernos o novedosos, mucho menos pensados de “la noche a la mañana” y acabados, sino que han sido analizados, así como enarbolados desde tiempo atrás y son retomados para ser aplicados (insisto), según los intereses y el tipo de sociedad que se pretende lograr; ante esto último, me resta decir que de manera paradójica, Condorcet fungió como defensor de una política educativa que nunca llegara a convertirse en un arma de utilidad para pequeños grupos particulares, mucho menos para la clase burguesa, en una sociedad capitalista como en la que estamos inmersos cada vez más y con menos defensa, a pesar de que como maestros, muchos tienen la posibilidad de contraatacar el asalto del modernísimo neoliberalismo… hagámoslo nosotros en la aulas.